Una de las frases más clichés que existen a la hora de emprender, de las mentadas barreras que impiden que alguien se atreva a lanzarse y montar su propia startup, son las supuestas zonas de confort. Esos espacios que por “confortables” nos brindan la seguridad de un salario, la garantía de llevar algo que comer a nuestras mesas y a nuestras familias. En la práctica, al menos en lo que nos ha tocado a nosotros, no hay tal cosa como un lugar cómodo y confortable dentro de esas zonas de confort. Son más bien como unas pesadillas continuas de las que irónicamente no nos despertamos por miedo, y por las que estamos dispuestos incluso a lesionar en lo más profundo nuestro orgullo y amor propios, con tal de que no acaben. Como decía el buen Charles Bukowski: “Lo que duele es la pérdida constante de humanidad en aquellos que pelean para mantener sus trabajos.”
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