Cuando lanzas tu startup, los primeros clientes siempre tardan en caer más de lo previsto. Se podría decir que caminar esos primeros meses se asemeja a una travesía por el desierto, cada paso que das desafía la lógica, ahí te ves a ti mismo y a tus socios, caminando de espejismo en espejismo, sin rumbo realmente fijo (se le dice pivotar) y lo único que los acompaña es una gran sensación, casi la certeza, de que nunca lo van a lograr… Hasta que cae el primer cliente y cobran su primera factura. Es inevitable, en ese momento te sientes invencible, el alma parece volver al cuerpo y, por un instante, tienes la certeza de que ya lo peor pasó, que ya estás del otro lado…
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Falta un tiburón con alas… :)