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Uno de los paradigmas más comunes a la hora de montar un nuevo negocio es que TODO debe estar listo y perfecto para el momento del lanzamiento. Y esto era muy cierto… en el pasado.

El otro día veía The Founder en Netflix, la historia de la creación de McDonald’s, y me aluciné con una frase que se repite varias veces: “incrementa la oferta y la demanda llegará sola”. Bajo esa premisa por supuesto que lo mejor era tener TODO listo e impecable para el día 0. No importaba si tomaba años, se debía estar preparado para no defraudar a la avalancha de clientes que con certeza llegarían apenas abriéramos nuestro negocio y pusiéramos nuestra oferta disponible en el mercado.

Pero los tiempos han cambiado, los consumidores también, y así mismo las formas y maneras de planificar negocios. En un mundo infoxicado como el de ahora, donde cada consumidor está expuesto a más de 35 mil mensajes al día, nuestra oferta es sólo una más de la multiplicidad de opciones allá afuera, y lo más probable es que nuestra startup pase inadvertida, como un barco en la noche.

Es por ello que quienes nos dedicamos a esto hemos aprendido algo llamado Lean Startup, una metodología desarrollada por Eric Ries. Este enfoque nos permite validar de una forma ágil y económica nuestra propuesta de valor, lo antes posible, y sin tener que gastar millones ni esperar meses o años.

En el libro de Ries se dedican capítulos enteros a la definición de lo que es un Producto Mínimo Viable (MVP, por sus siglas en inglés) y la validación temprana. Un MVP es en esencia una versión light de nuestra startup, que permite a los consumidores obtener el valor que ofreces desde el primer día.

La clave para la creación de un MVP radica en permitirnos validar si nuestra idea es deseable ANTES de seguir invirtiendo en su desarrollo. Es la mejor manera de probar nuestras hipótesis de valor. El MVP debe tener cierto nivel de calidad, se debe ver bien, pero no debemos complicarlo mucho. En su esencia está satisfacer la necesidad primordial que creemos que nuestros consumidores apreciarán, dejando de lado todos los accesorios y adornos que distraen y retrasen el lanzamiento innecesariamente.

El MVP no debe estar perfecto, de hecho hay quien dice que si tu primer producto mínimo viable no te avergüenza un poco es porque lo lanzaste demasiado tarde.

Lo más importante es que el MVP debe ser 100% funcional y útil desde el día 1. No importa si por detrás los socios tenemos que hacer todo el trabajo manualmente (como en el fotomatón de Los Picapiedras, referencia histórica que entenderás sólo si tienes más de 40), el usuario debe percibir que la cosa funciona y recibir su valor como si ya estuviera completa.

Amigo emprendedor, al momento de definir tu startup debes tener siempre presentes estos 3 ejes: la FACTIBILIDAD (se puede hacer), la VIABILIDAD (es sostenible financieramente) y la DESEABILIDAD (la gente lo quiere). Y la clave del Lean Startup es justamente comenzar por esta última, la reacción del mercado que no está en nuestro control. Si logramos validar que la gente realmente desea algo, seguro habrá un modelo de negocio sustentable detrás, y de alguna manera encontrarás una forma creativa de hacerlo posible. Incluso ganando dinero desde el primer día y durante todo el proceso de desarrollo.

Recuerda y aprende de lo que siempre nos decían las abuelitas en su infinita sabiduría ancestral: “antes de ser, hay que parecer”. Esa es la mejor definición de un MVP que encontrarás en cualquier escuela de negocio.

Larga vida al Lean Startup! Y feliz validación!

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